Reflexiones sobre las medidas de la UNNE ante la crisis del COVID 19

La segunda quincena de marzo del 2020 representó un nuevo inicio del ciclo lectivo en muchas facultades de la UNNE, pero no fue como en el 2019, o 2018, ni ningún año que recordemos, ya que la pandemia del COVID19 había afectado a gran parte de la humanidad y hacía pocas semanas se anunciaban los primeros casos importados en Argentina, declarándose la emergencia sanitaria a nivel nacional. Esta situación nos llevó a la mayoría de las y los docentes de la UNNE a un arduo trabajo de readecuación de las propuestas formativas presenciales hacia la masiva migración a entornos virtuales de aprendizaje. Estudiantes y docentes comenzamos un nuevo ciclo lectivo en aislamiento, social, preventivo y obligatorio, comenzamos una nueva experiencia de enseñanza-aprendizaje en cuarentena y con la virtualidad como herramienta única de intercambio de conocimientos.
Cientos de colegas docentes que no tenían experiencia en el uso de aulas virtuales para la enseñanza, en pocos días tuvieron que aprender y poner eso en práctica de la manera que fuera. Cientos de aulas virtuales fueron abiertas, por lo que el trabajo de las y los colegas que las gestionan también fue muy grande, poniéndose a disposición de quienes recién estábamos aprendiendo. Fueron muchas horas de probar, equivocarnos y volver a probar. La situación fue muy diferente entre las cátedras donde las aulas virtuales ya eran una herramienta para complementar la presencialidad -en las que todos los docentes participan- y aquellas donde solo un docente se había capacitado, o en las unipersonales sin aula virtual y sin la capacitación de su docente.
Para los estudiantes, las expectativas que tenían sobre el inicio de una carrera o de un nuevo año se fueron desvaneciendo. No hubo encuentros entre estudiantes y docentes. No pudimos conocernos realmente. Las dudas que siempre surgen al inicio de las cursadas no pudieron ser respondidas (cuáles son los requisitos para aprobar la materia, cuál el material bibliográfico con que trabajaremos, cuántos trabajos o parciales hay que aprobar para regularizar la materia; entre muchas otras). Es que las y los docentes tampoco sabíamos la respuesta. Y era lógico puesto que tuvimos que adecuar muchas actividades y contenidos a esta nueva realidad “virtual”.
Las primeras semanas la conexión al aula fue dificultosa por su lentitud. Muchos estudiantes y docentes no podían conectarse. Y muchos estudiantes aún no han podido participar en las aulas. Con el correr de las semanas la entrega de los trabajos solicitados en algunas materias ha mermado.
La Universidad pública es un derecho de todo ciudadano argentino, algo que hemos demostrado defender en conjunto docentes, estudiantes y no docentes en la histórica movilización del 30 de agosto de 2018. Esta nueva situación de virtualidad impuesta, ¿garantiza ese derecho al conjunto de los jóvenes que se han inscripto en nuestra Universidad?
Si lo pensamos en términos del derecho a la educación, nos preguntamos, ¿realmente estamos garantizándolo? Los estudiantes que se inscribieron en las carreras de la UNNE lo hicieron porque sabían que su modalidad de cursado es presencial, no se inscribieron en carreras a distancia, la virtualidad solo era pensada como complemento o apoyatura a la presencialidad. Sin embargo, dependiendo del año de la carrera en que estén, se han visto forzados a “aprender” o “cursar” cuatro o cinco materias totalmente a distancia.
En ésta última semana la Universidad ha conseguido que las empresas habiliten el acceso a las plataformas educativas (de cada universidad y extensiones .edu.ar). Saludamos con alegría ese esfuerzo. ¿Pero el acceso a las plataformas educativas, o incluso a internet, nos garantiza el aprendizaje de conocimientos? ¿Cómo garantizamos el proceso de enseñanza–aprendizaje si los principales actores de ese proceso no eligieron enseñar y aprender de esta manera y tampoco, en la inmensa mayoría de los casos, se prepararon para ello? Por otro lado, es en el aula, como espacio físico de educación formal, dónde hasta el momento ese proceso es lo suficientemente igualitario. Ya que independientemente de la historia de cada individuo, con todos presentes, la relación entre pares y con el docente se produce en las mismas condiciones físicas, mientras que en nuestras casas esto no es así.
¿Es lo mismo el aula virtual (con internet gratuito) en una casa donde los y las estudiantes tienen su propio dormitorio y computadora para conectarse, estudiar y hacer sus actividades académicas, que en aquella donde no disponen de ese espacio propio, ni de computadora propia o sólo disponen de un celular? ¿O en la casa dónde el o la estudiante está a cargo de niños o de adultos mayores, que en aquella dónde no tiene otra responsabilidad que la de estudiar?
Lo mismo podemos pensar para algunos colegas docentes, que además tienen hijos pequeños o adultos mayores a cargo, dificultándose aún más su trabajo. Trabajo que muchas veces en el encierro no tiene control del tiempo y que muchos de quienes lo ejercen son personas de riesgo. Esto también atenta contra los derechos laborales de docentes que hacen, de esta manera, su gran aporte a esta coyuntura trabajando en éste contexto mucho más, dado que a la actividad habitual debe agregarse el tiempo que implica adaptar nuestros contenidos y contener la ansiedad de los y las estudiantes. Además, ¿por qué internet no es gratuito también para los docentes? ¿Por qué, en este contexto, tenemos que pagar internet, si el satélite es nuestro y la fibra óptica es nuestra? Sin embargo, las que cobran y se siguen llenando los bolsillos aún en esta crisis son las empresas telefónicas.
Surge también en estos últimos días, la preocupación -inquietud acerca de la evaluación, tal es así que el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) ha elaborado un documento de 8 páginas sobre las diferentes herramientas, instancias, modalidades, etc. de evaluación a distancia, tal vez nada nuevo, ya que seguramente la mayoría de lo que allí se expresa es parte de los regímenes pedagógicos de diferentes carreras a distancia. En la UNNE, las autoridades de algunas Facultades han solicitado a los docentes establecer ya fechas de exámenes parciales porque es un requerimiento del SIU. A todas las obligaciones que asumimos en el marco de esta pandemia se agrega la presión institucional para trabajar como si estuviéramos en la presencialidad. Como si estuviéramos en una situación normal. Pero si se pudieron abrir tantas aulas virtuales en una semana, ¿cómo no vamos a poder adaptar el SIU a nuestra nueva realidad? Y si eso no es posible, entonces no exijamos lo que muchos sabemos no podremos o no estamos dispuestos a cumplir.
¿Podemos seguir trabajando con el mismo régimen pedagógico sin tener en cuenta esta situación novedosa? La evaluación en estas circunstancias debe servir para acompañar y seguir comunicados. La evaluación tal como la conocemos podrá volver cuando volvamos a encontrarnos de cuerpos presentes. La evaluación en estas circunstancias puede dejar a muchos estudiantes fuera, por las dificultades arriba expresadas, principalmente (aunque no exclusivamente) a los que recién ingresan. La evaluación hoy puede transformarse en una herramienta restrictiva. Por eso hay que pensar en un calendario flexible, no rígido y sin modificaciones como ha sido expresado en varias oportunidades por las máximas autoridades de la UNNE.
Adherimos a la idea de la tecnología como “auxiliar pedagógico”, y no como algo que puede “sustituir” lo pedagógico. Sino, nosotros mismos los y las docentes seremos auxiliares de la tecnología y no actores del proceso pedagógico. ¿Qué pasa en las cátedras dónde la asistencia no es obligatoria, pero sin embargo todas las semanas se solicita a las y los estudiantes la entrega de trabajos?
La virtualización compulsiva puede llevar a tensión y exigencia en una situación actual de mucha fragilidad para todos y todas. Exigencias que construyen impotencia en estudiantes y docentes. Virtualización compulsiva que es funcional a esa idea del docente reemplazado por un voluntario o por la tecnología. Para poner el ejemplo de lo que siempre se dice de la educación primaria o secundaria, así como no podemos pretender que los cuidadores de niños, niñas y adolescentes reemplacen a los y las docentes, tampoco podemos exigirles que mantengan la escolaridad en las casas. Habrá que pilotear este momento como un estado de excepción que logremos aprovechar del mejor modo posible. Y las soluciones también deben enmarcarse en la excepcionalidad. Algo, como dijimos antes, que nos prepare para la presencialidad.
La educación es praxis, reflexión, acción; recoge expectativas, sentimientos y problemas. La educación es diálogo, comunicación que no se da en el vacío sino en situaciones concretas de orden social, económico y político.
Si quienes tienen la responsabilidad de dirigir nuestra Universidad y nuestras unidades académicas siguen actuando como si nada pasara y pensando que en estas circunstancias la modalidad virtual puede suplantar lo presencial, que podemos trasladar mecánicamente al entorno virtual lo que hacíamos de manera presencial, seguimos pensando a nuestros estudiantes como depositarios de los conocimientos, pensamos en el conocimiento como una “donación a quienes son juzgados como ignorantes”.
¿Qué rol debemos tener los y las docentes en este momento? ¿Y qué rol deben jugar las autoridades?
Como gremio docente debemos velar siempre por los derechos de los trabajadores y trabajadoras docentes. Esta nueva situación no está claramente contemplada en nuestro Convenio Colectivo de Trabajo, por eso consideramos que se debe conformar de manera urgente la Paritaria Particular donde discutamos las garantías laborales en este nuevo contexto de cuarentena y aislamiento social; como así también, un Comité de crisis o de emergencia integrado por representantes de los gremios docentes, de estudiantes y autoridades que trabajemos en conjunto las problemáticas y circunstancias del proceso de enseñanza-aprendizaje en contexto de pandemia, garantizando los derechos de docentes y estudiantes y evaluando qué haremos al salir de la cuarentena.
Es fundamental señalar que este momento es excepcional y transitorio, podríamos aprovecharlo como oportunidad y que se transforme en complementario. ¿Qué priorizamos en estas circunstancias? ¿Salud o economía? ¿Vínculos, contención, acompañamiento o rendimiento académico?
Como dijimos en una nota anterior, lo prioritario es la emergencia sanitaria y la virtualidad debe ser una herramienta que nos permita como docentes vincularnos con los y las estudiantes, desde la sensibilización del problema que hoy nos ocupa y preocupa a todas y todos, tratando además de llevar tranquilidad y contención. No sabemos cuándo será la vuelta a las aulas, pero debemos estar preparados y preparadas para atender y resolver las diferentes realidades que se presenten para así garantizar el cumplimiento de los derechos de estudiantes y docentes.